Un impresionante mosaico de claros tonos de marrones, rosas y blancos deslumbra –a veces con intensidad, otras no tanto– según los antojos del potente sol andino o de la presencia de esas nubes tupidas y condensadas tan típicas de los Andes. Las salineras de Maras, a unos 50 kilómetros de la ciudad del Cusco y a 3200 m s. n. m. son un espectáculo que no hay que perder de vista.
Dejando atrás la carretera principal, luego de transitar varios minutos por un camino de tierra, aparecen de pronto y distribuidas a manera de gradería en la ladera de una montaña, miles de pequeñas pozas de formas caprichosas, que son alimentadas por el agua que fluye de un manantial subterráneo y se canaliza a través de una red de pequeñas cequias.
Poco a poco, el agua de alrededor de 4500 piscinillas poco profundas de unos cinco metros cuadrados se evapora para dar paso a cristales de sal. Los comuneros de Maras y Pichingoto cosechan en la época seca, entre junio y noviembre, haciendo gala de técnicas y conocimientos ancestrales, que los salicultores van aprendiendo desde pequeños y que se transmiten de padres y abuelos, de una generación a otra. “Hay diferentes calidades de sal”, explica Nelly Ortiz, salicultora y pobladora de Pichingoto. “La sal de la primera capa es destinada al consumo humano, la de la segunda y tercera se usa para la chacra, los animales, etcétera”.
Jorge Fidel Acurio, presidente de la comunidad de Maras, señala que las salineras de Maras “fueron inscritas en la Lista Indicativa del Patrimonio Mundial de la Convención de la Unesco como bien cultural en 2019” y explica que ambas comunidades son socias de las salineras y que todos venden la sal a una empresa propia, Marasal, a través de la cual comercializan sus productos como la sal rosada y sus derivados, como la sal negra, ahumada o con hierbas aromáticas, además de chocolates con sal de Maras, entre otros.
Las salineras, un ejemplo notable del aprovechamiento del entorno geográfico, constituyen un importante activo económico, turístico y cultural para los pobladores de la zona, valioso legado de técnicas preincas que se han preservado hasta nuestros días.