Nadie hubiera podido preveer que el cacao le daría todo a Juan Laura cuando, con su esposa Carmen y sus pequeños a cuestas, huyó de su tierra natal hacia Pichari Alto para comenzar desde cero. El terrorismo redujo su pueblo y sus bienes a escombros.
«El cacao«, repite don Juan, «me ha dado todo«. Y nada es más cierto. Una vida digna hizo de sus hijas, personas y profesionales de bien, lo que les ha permitido llevar a Europa su chocolate y lograr enormes reconocimientos. Ahora, en la tranquilidad de su finca Nueva Esperanza, su cacao de altísima calidad es visitado por investigadores de diversas partes del mundo.